Son
las 8 de la mañana y hoy, después de tantos días de lluvia, ha salido el sol e
incluso han subido las temperaturas.
Mi
gato “Lunero” está en la ventana del salón, viendo como las currucas van y
vienen al comedero del jardín y lanzando
pequeños maullidos de protesta por que
sabe que no las puede coger.
Decido
que es un buen día para sacar a mi hurón “Lido” de su corral y que se divierta un
rato por el jardín.
Hace
15 días que un críalo esta incordiando a las urracas y está mañana esta de
nuevo, posado en el árbol gritando como
un energúmeno.
Lido
esta metido en el túnel que se ha
construido en el compostador y como sé que estará entretenido un rato,
decido desayunar en la pérgola, mientras le vigilo.
Me
preparo un café con leche, un par de tostadas con mantequilla y me dispongo a
dar buena cuenta de ello; pero en ese instante el críalo decide que es momento
de actuar y se lanza como una flecha hacía
la carrasca centenaria donde revolotean las urracas. La algarabía llama
mi atención y corro a coger la cámara de
fotos por si algún ave se pone a tiro.
Tras
unos cuantos gritos y revoloteos, el críalo sale huyendo perseguido por 4
urracas y va a posarse entre las tupidas ramas de un ciprés, con tan mala
suerte que está lleno de estorninos a los que no les hace ninguna gracia esta
inesperada visita.
De
nuevo alza el vuelo y esta vez a las urracas se le suman los estorninos. Buscando
un lugar donde ocultarse se detiene en
una acacia cerca de la casa, pero la pareja de torcecuellos, que con un
poco de suerte harán el nido en la caja de madera, no permiten ninguna invasión
de su árbol y comienzan a gritar como locos para expulsar al intruso.
Acorralado
por todas partes, el críalo debe pensar que mejor se oculta en la vegetación
baja hasta que pase la tormenta.
Esta
vez su vuelo le lleva a posarse precisamente en el comedero de las currucas. Lunero
al ver un pájaro tan grande, no puede contenerse más y sale disparado a por él.
El críalo está tan asustado que se mete por la puerta
del invernadero seguido por el gato y por mí.
El ave
va golpeando de cristal en crista buscando una salida, mientras el gato brinca
intentando cazarlo.
Lunero
va pisoteando todas las plantas (Ana me va a matar, pienso) y en uno de los
saltos golpea la jaula donde está el periquito que cae rodando con él dentro.
Yo no sé si soltar la cámara, coger al periquito, al gato, al críalo o salvar
las plantas.
Por
fin el ave logra encontrar la puerta y
salir del invernadero. Las urracas que no se habían perdido el espectáculo
salen de nuevo detrás de él. El críalo huye hacia los pinares del oeste
perseguido por las urracas y por Lunero.
Recojo
la jaula del periquito y compruebo que aparte del susto no ha sufrido ningún
daño. Coloco las plantas y cuando está todo más o menos ordenado decido volver
a desayunar. En ese momento Lido - ¡Me
había olvidado de él!- sale disparado desde la pérgola en dirección a su
corral, en la boca lleva una de mis tostadas.
Sobre
el mantel de la mesa, lleno de huellas de hurón, está el resto de la otra
tostada bañada en el café derramado.
Lo
recojo todo y voy a buscar a Lido. Desde su corral me mira fijamente con sus
ojillos negros y el hocico lleno de mantequilla como diciendo: -¿Qué ha pasado?
Yo
pienso ¡Vaya mañanita! Mejor me había quedado en la cama.







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